La integración del directivo moderno: un símil mecánico
Por
Juan Pablo Mateos Abarca
miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Cuando un nuevo directivo acude a una empresa para incrementar su valor, como inversión humana, es una pieza más del organigrama, ejecutora de tareas que forman parte de la mecánica del proceso laboral.
Al igual que un automóvil modificado, la nueva pieza ha de encajar en las demás e incrementar la potencia, esto es, la productividad de la maquinaria en la que se integra. Muchos directivos se encuentran en una fase de integración que afecta a las demás articulaciones del sistema motor y ese acople profesional se realiza de forma escalonada, progresiva, adaptativa o conflictiva.
Escalonada: el nuevo empleado realiza funciones de dirección asumiendo roles establecidos por fases, en función de responsabilidad, mando, condición y capacidad.
Progresiva: el avance en la toma de decisiones y espectro de liderazgo se produce por necesidad de la empresa, a medida que se aumentan las necesidades se aumenta el campo de actuación.
Adaptativa: el directivo se adapta al nuevo ámbito de actuación limitando sus tareas a lo que falta, no a lo que se necesita.
Conflictiva: el nuevo miembro choca con responsabilidades ya otorgadas y se encuentra en el dilema de suplantarlas, mejorarlas o modificarlas invadiendo otros departamentos.
El sistema de producción, gestión y recursos de una empresa es análogo al micro-cosmos de un automóvil.
Chasis, armazón, gestión de combustible y recursos: gerencia.
Volante, cambio, frenos y acelerador: dirección general.
Ruedas: equipo comercial.
Equipamiento: tareas administrativas.
Electrónica: investigación y desarrollo.
Motor: plantilla con tareas específicas que ofrecen potencia, elasticidad y energía.
La carretera: el mercado.
Los mercados son más o menos difíciles, al igual que el firme de la calzada. El propietario de un vehículo (empresa) puede “tunearlo” y modificarlo en función de la zona de actividad, para obtener el mejor resultado. Las opciones de mejora son tan variadas como creativas. Las nuevas fórmulas de adecuación al contexto pueden tener resultados exitosos o perjudiciales. El combustible, como líquido económico, aumenta la potencia, y el aceite, entendido como nóminas, retos y pago por objetivos, engrasa la maquinaria. Las empresas también varían su valor en función de la facturación obtenida y el beneficio neto conseguido. Un coche pequeño puede tener un enorme valor si sus piezas y su mecánica funcionan a la perfección, ofreciendo la máxima potencia. Un coche grande y pesado puede tener un valor cualitativo pequeño, puesto que se encuentra obsoleto respecto a los demás vehículos del parque automovilístico moderno. Tanto los grandes como los pequeños coches valen en función de su inversión y los réditos obtenidos por ellos, ya sea en caballaje o en estética. Una empresa, al igual que un auto, se estima en lo que valen sus componentes y el funcionamiento de su mecánica productiva.
Juan Pablo Mateos Abarca