Si la Prensa no pregunta... ¿quién preguntará?

Explica Irene Lozano en ABC que la práctica de convocar a la prensa sin admitir preguntas, antes reservada a acontecimientos de gran solemnidad institucional, se extiende sin que los medios sean capaces de plantarse.

Anteayer lo hizo Trillo; en otras ocasiones han sido Rajoy, Zapatero, Camps, Sebastián, Rubalcaba... El etcétera crece por días.

La perorata ante los mudos crea la ilusión de que el afectado da la cara pero, en realidad, es un refinado mecanismo para difundir propaganda utilizando a los periodistas como figurantes idóneos, pues dotan a la escena de apariencia informativa, es decir, veraz.

Ya decía Goebbels que la propaganda más eficaz es la que no se percibe como tal. Cuesta imaginarse a Napoleón y sus mariscales dando una rueda de prensa comme il faut tras la batalla de Waterloo; en cambio, bien podrían haber comparecido sin admitir réplica para exaltar la imperecedera gloria de Francia.

Las preguntas obligan al poder a contener sus delirios, a explicarse, a legitimarse, a pasar apuros: es la pequeña incomodidad que deben a la ciudadanía, puesto que tanto poder delega en ellos.

Aunque el futuro sea incierto, algo está claro: el periodismo puede sobrevivir a la extinción de los periódicos, pero morirá si renuncia a interpelar al poder.