Juan Pablo Mateos Abarca
Juan Pablo Mateos
Juan Pablo Mateos Abarca | Miércoles 22 de octubre de 2014
Empezaron comprando un reloj con calculadora, alimentaron sus esperanzas en poseer una consola Atari o un Spectrum, soñaron con obtener la Nintendo o la Master Gear de Sega, disfrutaron con la Dreamcast, en una progresión de Ocio On-line que se adelantó a su tiempo y costó cara a la Dream -que fue fagocitada por Sony-, disfrutaron con Nintendo y ahora se esquilman la cartera para poseer la nueva generación.
Probaron un PC con potencia y quedaron extasiados, ligaron por Internet y chatearon sin desdoro, empezaron a hacer colegas de juegos On-line, miraron su primer coche en las Webs de automóviles, concertaron su primer largo viaje con billetes comprados en Internet, se empezaron a contar chistes por el móvil, mandaron las imágenes de fin de curso en Roma por un terminal 2G, hablaron con la novia viéndose las caras en un móvil 3G, descargaron videos de su cantante favorito con el 3,5G, soñaron con ser directivos de empresas en las que la pantalla de plasma fuera herramienta de trabajo y la agenda electrónica motivo de orgullo y satisfacción.
Llegarán a los puestos directivos y repartirán la publicidad a los medios On-line que tan buenos ratos les hicieron pasar, rindiendo tributo a la Red en la que jugaron, sedujeron, se informaron, viajaron, compraron coches y pisos y se comunicaron. Algunos llegarán a dirigentes de grandes compañías y miraran el papel con recelo y desdén, excepto en el cuarto de baño. Llevaran gafas virtuales con datos de su PDA superpuestos en el cristal plástico, usaran huellas digitales en su dedo pulgar en vez de obsoletas tarjetas de papel extinto, realizaran la compra, la reserva de hoteles, las felicitaciones de navidad o cumpleaños y los cambios laborales por pantalla y disfrutarán de un mundo que aunará silicio y carne, procesadores y alimentos, sangre y fluidos orgánicos de alta velocidad.
Mirarán al cielo y verán bits en vez de nubes, firewall en vez de montañas y saltos de página en vez de fases en la vida. Pero todo seguirá igual, algunos serán felices y otros infelices, unos ricos y otros pobres y todos, seres humanos. Porque los conceptos son eternos y prevalecen, los principios son inextinguibles; la ética y la moral, imperturbables al paso del tiempo y la evolución tecnológica, forman parte de un alma que no se cuantifica, de una conciencia que no entiende de computación, sino de emociones. De una vitalidad intrínseca cuya creatividad enaltece el espíritu desde los comienzos de la historia. La tecnología no dará la felicidad, pero ayudará a conseguirla, sobre un mar de plasma cristalino…
Juan Pablo Mateos Abarca
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