Juan Pablo Mateos
Juan Pablo Mateos Abarca | Miércoles 22 de octubre de 2014
El conocimiento transmitido por palabras, desde hace miles de años, ha aumentado el poder sugestivo de las formas verbales, los caracteres alfanuméricos y las sentencias en la Red de redes.
El lenguaje emerge de los signos y los gestos, de los comportamientos y las conductas y se refuerza cuando no vemos con quién hablamos. Cuando sólo escuchamos o leemos lo que dice el otro, la expresividad de la comunicación no verbal deja de ser un refuerzo positivo en el formato digital.
Internet acentúa los rasgos más racionales del hombre. El lenguaje, como ejemplo del pensamiento, aumenta su influencia a pasos agigantados cuando se convierte en imprescindible en la comunidad virtual. En el chat, o escribes o no te leen. En los blog, o escribes o no te responden. En las conversaciones telefónicas distorsionadas de los nuevos operadores de voz por la Red, o acentúas la entonación o no comprenden tu estado anímico. El movimiento de las manos, los ojos, las variaciones de gestos, sonrisas o guiños se interpretan por grafías o símbolos en la pantalla. La sociedad de la nueva información es la generación que interactúa por nexos, no por realidades. Las consecuencias de estos actos tan avanzados, que superan la racionalidad física para convertirse en razón sofisticada, son tan subjetivas y variables que aún no es posible realizar un trabajo de campo a medio o largo plazo sobre sus implicaciones.
Se sabe, por ejemplo, que el pulgar de los adolescentes se está desviando debido a la enorme cantidad de pulsaciones para el envío de SMS, algo que podría provocar una deformación evolutiva en las extremidades; se conoce, por otra parte, que los símbolos pragmáticos de la sonrisa, la tristeza o los estados emocionales influyen de forma directa en la expresión de la cara de quien los envía o recibe por soportes digitales. E incluso se sabe que ya el 12% de los matrimonios en EEUU se producen gracias a la Red. Sin embargo, las consecuencias de un uso constante de Internet analizadas a largo plazo son desconocidas. ¿Incrementará la capacidad verbal el uso de las palabras en pantalla? ¿aumentará la cadencia de pensamiento? ¿provocará cambios en las personalidades colectivas? ¿creará un nuevo tipo de triunfador solitario, al cual la apariencia física no le ha bloqueado en sus objetivos?.
La sociología de Internet es la gran desconocida, sin duda, por varias razones:
1) La ausencia de trayectoria histórica, que impide estudios a posteriori.
2) El caótico devenir de conocimientos sin control aparente. Se controla la pulsación en un banner pero no una mentalidad.
3) El factor humano carente de interpretaciones reales. La pantalla sólo muestra una milésima parte de la capacidad ocular humana en la trascripción de datos observables.
4) El efecto “tendencias”. Este concepto relativiza la situación real, transformando los hechos virtuales objetivos en “modas”. El análisis de la actualidad instantánea, sin base científica, vicia las conclusiones.
La creación de términos y ciencias que estudien y suavicen el aterrizaje en el nuevo mundo de bits debe ser una prudente iniciativa, que permitirá adecuarse a los nuevos medios de forma confiada.
Juan Pablo Mateos Abarca
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