Opinión

El Kiosco, el AVE y el Bistec

Carta del Director

Miércoles 22 de octubre de 2014
Asistí a la Camara de Comercio de Sevilla invitado por mi amigo y compañero Antonio de la Rosa, Presidente de la Agrupación Profesional de Vendedores de Prensa de la Capital Hispalense, así como una excelente persona y empresario aguerrido y de principios incólumes y recios como la Giralda, que corona esa bella ciudad llena de historia, melancolía, bohomia, moros, cristianos y algún que otro cuerpo serrano.

La idea era, y es, que, ya que los diarios gratuitos se reparten en los bares, hostelerías y demás cafeterías de dicha ciudad (luego explicaré porqué redundo en el “Qué”), y se hace de forma gratuita, nunca mejor dicho, absurda y sin aliciente, por el hecho complaciente de excluir a su lugar de exposición natural, que es el canal de ventas -algunos por incapacidad, como es el caso de “20Minutos” y “Metro” y otros por obcecación, como el caso del diario “Que!”-, yo asistiera a la reunión para exponer mi punto de vista a los directores generales, secretario general de la cámara, gerentes y demás representantes de los empresarios andaluces, para dar mi visión de los hechos y la situación.

Yo, un humilde editor de la capital de 33 años, con un breve discurso, indiqué durante mi exposición lo siguiente:
“Miren ustedes, que los empresarios hosteleros de Sevilla expongan prensa gratuita en sus bares, cafeterías y restaurantes, es como si los kioscos ofrecieran cada semana a sus lectores una tostada o un bistec, algo extraño, antinatural y retorcido; el canal de ventas, con sus 25.000 puntos en toda la geografía española, es el lugar lógico de exposición para este tipo de productos editoriales; lo es, lo ha sido y lo será, y debe ser cuidado, mimado y protegido, porque sobre él se asienta la libertad de expresión y de prensa de este país, que es un derecho constitucional de todos los españoles. Lo que significa para un consumidor de una cafetería leer dos páginas de un gratuito mientras se toma un café en uno de esos negocios, implica para un kiosco que ese viandante no va al punto de venta a recoger el producto, no compra otro producto editorial de pago, no consume otro producto atípico indirecto, no se informa de otra publicación de temática diversa, no alimenta la cadena productiva editorial y no ofrece la comisión lógica y razonable que ganará el vendedor de prensa cuando esos periódicos gratuitos acaben en el canal de ventas, como sucederá tarde o temprano. El señor Antonio de la Rosa, me ha invitado a la reunión de ustedes, para que les comunique esto, y así les informo de ello”.

Tras decir estas palabras, los gerentes, directivos, secretario general y demás miembros de la Cámara de Comercio de Sevilla, enviarán una carta a todos sus empresarios hosteleros informando de que “no es positivo y hace daño a los autónomos del sector de los vendedores de prensa de este país que se reparta prensa gratuita en sus establecimientos” y menos a través de una misérrima comisión, como hace el espabilado del diario gratuito Que!, que, ¡valgame Dios! Ofrece 30 euros al mes por situar su mercancía a algunos, y sólo algunos, restaurantes que no desean exponer su diario gratuito en los establecimientos hosteleros.


Después de la reunión, Antonio de la Rosa y yo paseamos por las bellas calles de Sevilla, al fondo, manifestantes de cualquier causa perdida, y posiblemente justa o injusta, alborotaban con curiosas banderas no se si rojas o azules solicitando atención; las palomas aleteaban con frenesí y el sol acariciaba con suavidad nuestros rostros, me miró a los ojos y me dijo: “Juan Pablo, eres un buen elemento”; le conteste: “Elementos son los de la tabla periódica, que crean la vida y la materia, y elementos son otros que, si les dejáis, acabaran con la vuestra”.

Como colofón, subí al AVE, con las prisas había perdido mi billete de ida y vuelta en preferente, suelo coger turista, pero en esta ocasión no quedaban plazas; una señorita, llamada Carmen Lopera, encargada de atención al cliente, me dijo que no me podía hacer un duplicado de mi billete, aunque había pagado con una tarjeta de crédito y la aplicación informática dejaba huella electrónica clara, diáfana, transparente y precisa de mi transacción. Me comentó que si había perdido mi billete físico, debía adquirir otro billete y pagar el importe completo; le pedí amablemente que llamara al supervisor, el superior me dijo lo mismo, que buscara en los 30 trenes del AVE mi billete físico extraviado o que adquiriera otro, porque no se podía hacer duplicados aunque la transacción fuera electrónica y la aplicación tuviera la prueba de mi billete comprado.

Me pregunte qué país del siglo XXI tenía un AVE que avanzaba entre olivos a 320 kilómetros por hora, pero no podía sacar una copia impresa de una operación electrónica, con tarjeta visa, realizada siete horas antes….mientras me lo preguntaba, iba camino del aeropuerto, volvería en avión, cuestión de principios…