El Internet de lo efímero
miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Dicen que lo interesante de internet es su inmediatez, y es cierto. Lo rápido de su creación, de su impacto y de su desarrollo permite al periodista o editor expresar de forma instantánea el mensaje a transmitir. Pero lo inmediato también puede resultar efímero; una vez creado y mostrado desaparece con la misma rapidez, a la espera de otro contenido que lo suplante.
Y esa vorágine de contenidos que aparecen, se estancan y desaparecen crea un maremagno de ideas por doquier, amontonadas, algunas sin fecha y otras que naufragan entre millones de páginas, a la espera de que algún internauta despistado se apiade de ellas.
Así, la información se convierte en caos, un caos a veces útil, pues estas opiniones que se pisan, aparecen y mueren, sirven de estímulo a los inquietos para informarse de un pasado imperecedero. Conozco muchos lectores que se remiten a foros creados hace meses para obtener opiniones de aparatos ya descatalogados, artefactos tecnológicos fuera de “onda” o anticuados, pero aún en venta. Otros contenidos quedan perdidos entre miles de paquetes informativos sin conexión aparente, en un cajón desastre muchas veces insustancial y otras pernicioso, por lo que de intoxicación informativa conllevan, al carecer de referencias o tiempo.
No creo en los blogs, para mí estos son el resquicio de una soberbia intelectual inusitada de millones de avezados internautas que, como decía Warhol quieren sus “cinco minutos de gloria”. Los blogs son opiniones muchas veces sin fundamento, basadas en experiencias aleatorias y confusas, que solo degeneran en una orgía de pretensiones sin orden ni concierto. Existen como existe la opinión del bar o de la taberna. Algunos, con cierto éxito, cercan su fama por el hecho de coincidir con opiniones mayoritarias o tratar temas de interés colectivo. Otros, de personajes relevantes, muestran el lado más personal y humano de dirigentes y líderes, pero, atados por su coyuntura política, no ofrecen nada nuevo.
Blogs, páginas naúfragas, webs obsoletas e informaciones caducas son los resquicios de un desarrollo atolondrado, las sobras de la enorme velocidad de una red que, como un monstruo de mil tentáculos, deja su reguero por donde pasa.