Me refiero por ejemplo al entrenador de la selección española que intentó que la jugadora agredida saliera a defender al vomitivo presidente. El saludo en Moncloa entre presidente en funciones y presidente “me agarro los cojones” fue frío, pero es que no debió ni ser. Este futuro Gobierno progresista que se vislumbra en el horizonte o es contundente contra el machismo o es machismo. ¡Solo sí es sí!
No entiendo de fútbol ni de otros tantos deportes, pero sí de cuando alguien traspasa la barrera de la chulería para llegar al machismo más recalcitrante, y el señor Rubiales tuvo varios gestos en la final del mundial femenino que lo definen y no precisamente como persona educada, cívica y defensora de la igualdad. Como futbolista no tuvo una brillante carrera, más bien lo contrario, pero como presidente de la Real Federación Española de Fútbol está deslumbrando por su cúmulo de actuaciones reprobables.
Hace unos días vi “La última reina” una película argelina dirigida por Adila Bendimerad y Damien Ounouri. En ella, una mujer planta cara al temido pirata berberisco Barbarroja. Se narra una historia épica entre la realidad y la leyenda sobre el sentimiento de nación de Argelia. Corría el año 1516, como el oyente comprenderá poca o nula autonomía se le permitía a la mujer por esa época. Zaphira era una de las esposas del difunto gobernante y tenía algo más de margen de maniobra. Nos encontramos ante una mujer fuerte y sensible capaz de superar cualquier reto por su hijo y su país. La mirada feminista de la directora, guionista y protagonista impregna cada uno de los actos en los que se divide esta ficción. Las últimas “reinas” del fútbol mundial son las jugadoras de la selección española que han demostrado dos cosas fundamentales: una directamente con su buen juego y entrega, que son las mejores y otra de manera indirecta, el machismo que hoy día sigue existiendo de forma institucional en nuestro país y como parece que se es incapaz de desterrar. ¡Cuán importante ha sido la labor de Podemos en el Ministerio de Igualdad!
Reitero: ¡Solo sí es sí! El resto es agresión. Insisto en que no sé de fútbol, pero sí de la repercusión mediática que tiene este deporte y en especial en nuestra juventud. También entiendo que los y las futbolistas no están tan solo para servir de referentes de marcas comerciales publicitadas y deben ser ejemplos personales en cuanto a valores éticos y morales y uno de los muchos “arietes” que desde la sociedad deben servir para acabar con el machismo y el racismo.
Lo ocurrido a Jenni Hermoso no es justificable de ninguna manera y me lleva a preguntarme, ¿cuántos “Rubiales” quedan aún hoy día en España? Sin dudas infinidad, entre ellos cualquiera que justifique la repugnante acción. Y la califico de repugnante por ir indisolublemente unida a un acto de machismo y este a su vez al sometimiento por la fuerza, ya sea bruta o de estatus socioeconómico o de relaciones de poder en el ámbito laboral o social. Repugnante.
Considero que el deporte femenino en general, y el fútbol en particular, deberían plantar cara al machirulismo y tras ellas el deporte español y la propia sociedad española. O se hace o el mensaje que se trasladó, retransmitido para el planeta entero, el pasado domingo, de que España es un país en el que se consiente y potencia el machismo institucional y de cualquier tipo nos perseguirá para siempre.
Como dijera Soul Etspes:
“Una sociedad machista se construye desde la indiferencia”.